Vasile Filat
Vasile Filat
Recientemente, me encontré con un viejo amigo que es mayor que yo. Él tiene nietos, algunos de los cuales nacieron antes del 2000 y otros nacieron después. Cuando empezamos a conversar sobre nuestros nietos, mi amigo me contó que sus nietos son geniales; ellos asisten a la iglesia y son fieles al Señor, pero hay un problema serio. Ellos no saben cómo comunicarse bien. Cuando él pasa tiempo con ellos, los nietos dedican la mayoría de su tiempo a ver sus teléfonos inteligentes y cuando él trata de conversar con ellos, sus respuestas son siempre cortas, “Sí” o “No” a cada pregunta. Sus respuestas tienen mucho que decir. Para él, un “sí” o “no” es más parecido a “No quiero hablar contigo”. Cuando le pregunté a una mujer joven de nuestra congregación cómo estaban sus padres, ella me dijo que su padre, quien no tiene 50 años todavía, se ha hecho adicto al Internet. Cuando él llega del trabajo a la casa, él ya no disfruta conversar con su esposa o con sus hijos, sino que él solo se sienta con su celular en la mano y pasa revisándolo por horas y horas. Con frecuencia he visto situaciones donde un niño llora histéricamente, haciendo un berrinche para poder tener el teléfono de sus padres. Para calmar a su hijo, los padres se rinden y le entregan el teléfono al niño. Este escenario se ha vuelto muy común. Estamos en una era completamente nueva. La tecnología ofrece toda clase de nuevas posibilidades para comunicarse; pero también trae consigo problemas que afectan no solo nuestras relaciones interpersonales sino también nuestra relación con Dios.
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